No viene a cuento de nada el titulo de la entrada. Ni las imágenes que la corean. Estoy convirtiendo el blog de Los Pioneros del Siglo XXI en una barbacoa a mi medida. Son casi las cinco de la mañana, me acabo de tomar un café extra largo, y no me apetece ir al videoclub para quedarme con las ganas de alquilar una película de ninjas. Hace horas que me paseo por el Internet y no lo sacio el apetito. No hago más que coleccionar imágenes de perros haciendo yoga y niños psicóticos. A la par que me pateo los canales de videos caseros buscando teenagers dándose de ostias las unas contra las otras. Muy didáctico. Sufro la enfermedad del internauta desorientado. Cada cual tiene sus perversiones. Tampoco las muestro a pelo. Por encima de todo educación, respeto, y demagogia funkdamentalista, que no comprendo que se ignore. Me refiero a la musikey que se cocinan los afroamericanos.
Tengo la sensación que somos cuatro gatos los que la consumimos conmovidos por el fanatismo que genera. Siempre que veo un negro pienso: "Míralo, que suerte tienes, tu sí que lo pinchas, sin esfuerzo, el groove". Aunque a veces me llevo un buen palo cuando paso cerca de alguno, y para mi desconcierto, les suena el móvil con una melodía de Shakira. O cuando al desabrocharse la chaqueta descubro que visten una camiseta de La Oreja de Van Gogh en vez de una de Marvin Gaye. Por norma intento justificarlos. Me imagino que es su manera de integrarse en la sociedad ibérica. Que en realidad, cuando están en sus casas, escuchan a Nas, y a James Brown, y a Charlie Parker, y a Herbie Hancock, y a The Roots, y a Sly and The Family Stone, y a John Coltrane, y a 2pac, y a Curtis Mayfield, y a Billie Holiday, y a Gang Starr, y a los Isley Brothers, y a los demás a todas horas. A Cameo y a Prince ya sé que no. A esos no los escucha nadie.
Sin ir más lejos, el miércoles estuve en un bar alucinante dedicado a Prince, con una extensa selección de fotografías, de todos los tamaños imaginables, repartidas por las paredes, y algunos detalles exquisitos, como el mítico símbolo en la puerta de los servicios, que lo hacían encantador. Ese día se jugaba el Barça-Madrid. El propietario estaba sobre chamuscado. Su templo dedicado a Prince reconvertido en unas mini gradas cargadas de aficionados al fútbol ajenos al bujarras, (incluso molestos), que florecía en todas las fotografías. Como apuntaba Kahlo Dadanoias, muy educados todos, eso sí. Insultos los justos, y ladridos los apropiados.
A Kahlo no hay detalle que se le se pase por alto. Lo estimula siempre el momento a su manera. Ella en sí misma es un pelotazo tras pelotazo. Siempre buscando la combustión espontanea. Consigue arrancarme chispazos de pura fantasía. Nada más verla mi corazón se agita. Salta de alegría. Y al instante estoy prendiéndole fuego a la imaginación. Exigiéndome lo mejor para no defraudarla. La combinación Kahlo Dadanoias y Charle Pi es de frenopático. Antes nos hacíamos unas raves en el Facebook de infarto. Llegábamos a los trescientos comentarios cargados de guasa sin problemas. Ahora se han viciado, (y yo con ellos), a las drogas de farmacia, (compuestos vitamínicos, desengrasantes naturales, y estimulantes para dormir entre otros). Las noches a cara perro se han vuelto algo más aburridas. Además, tal como está el gallinero tanto dentro de la red como fuera en las aceras, el terror manda y reparte violencia a diestro y siniestro. El día menos pensado el apocalipsis se instaura en el calendario y ya no más rebajas. El mercadillo del pánico. Todos a caballo y a la greña por un chute café tostado.
Vivir en los límites del precipicio. Pasear por la vida sin que la vida de viva. No comer mierda. Primera norma. Tengo ganas de terminar el rodaje de la película y preparar una exposición con todos los dibujos que me trabajo cuando no estoy escribiendo en el blog o ajamarando en el Facebook. Aunque tampoco. Zambullirte en la realidad con un equipo de grabación es maravilloso. Se crean vínculos únicos. No es fácil. Exige concentración, paciencia, autocritica constructiva y positiva, trapichear con la neurosis, ahogarse en la catarsis, y mucho mamoneo sin manías. Pero es muy emocionante. Y delicado. Hay que saber cuando chapar el garito antes de petar.
Segunda norma. Cerrar temas. En verdad no es la segunda norma pero me viene de perlas para dar por terminada la entrada y prepararme otro café con un hilo de whiskey para sincronizar los impulsos salvajes con el feeling ahora ya diurno. Buen bistec. Sigue así centauro. La semana que viene hablamos del nuevo GO, IBIZA, GO!, de Atrévete ya de una vez Ken, y de otras sorpresas no menos irrelevantes.